Voy a tratar de intentar y explicar como es el bar de Stefano.
Si bien no lo recuerdo mucho, entiendo casi todo lo que pasa ahí dentro. Casi siempre hay alguien ahí dentro o afuera, y también yo mismo, si no es que siempre. Me refiero a que ya sabes a lo que me refiero. Es un bar.
Pero los bares tienen horarios, y este también los tiene. El horario de Stefano y su familia, la parte de la familia que ayuda en el bar. Cuentan relatos familiares de quienes viven acá, y libros con relatos de Veppo , que el bar no era un bar. Era algo más grande que había creado el padre de Stefano (il bistró). Pero en definitiva era el bar.
No puedo imaginar ningún estilo en un bar de tanta sofisticación y rigurosidad en su precisión. El nombre se lo habrán impuesto los hijos de emigrantes italianos en Francia, que buscan la excusa de la pertenencia para deberse unos días de vacaciones en el pueblo, festejar sus fiestas, comer su comida, beber su bebida. Nada que reprocharles, todos buscamos lo mismo.
El bar nunca se pudo dar otro nombre que no sea el de bar. O mejor dicho, el bar de Stefano.
Él es el bar, eso me pareció, porque por más que intente contarles que hay un semicubierto donde los más viejos y jóvenes restan en sillas mientras beben qualcuna cosa los días estrellados y las noches soleadas de lloviznas, que hay un antesalón donde los más viejos y jóvenes restan en sillas rodeados de algunas cabinas de juego de fichines, que hay un pequeño salón que ostenta a estar vacío pero que tiene mesas y mesas con sillas donde los más viejos y jóvenes restan jugando a la bellota, un juego francés que se juega en un pueblo italiano, que hay una barra techada de las más variadas bebidas, donde siempre está Stefano o en defecto su mujer, con una sonrisa brillante, tan brillante que Stefano puede confiar en su mujer, y sólo tres banquetas a un metro de la barra pero a centímetros de la pared con algunas heladeras de helados que me pareció ver, porque son tan grandes que exceden el ojo, no creo que me puedan llegar a entender lo que yo tampoco entiendo muy bien.
El hecho fantástico casi siempre sucede cuando está Stefano o su mujer. Hay tres palabras italianas a modo de pregunta que te incitan a contestar que es lo que voluntariamente, y no siempre, vas a tener en la mano, pero no por mucho tiempo, por que las tres palabras no se hacen esperar, y no es una demostración de respeto tener las dos manos ocupadas. Estas tres palabras no las dicen ni Stefano ni su mujer, pero creo que si, por que las recuerdan como si las hubieran dicho. Es que es su bar y todo lo que pasa allí, que casi siempre poco no es, de su conocimiento es.
Si tuvieron alguna vez la suerte que tuve yo de prender el aperitivo en su bar sabrían que Stefano nunca va a dejar que te retires sin haber tenido la posibilidad de entender que en su bar se puede beber pero no se puede comer, salvo una cantidad minuciosamente preparada de fiambres, quesos y panes focaccias, que van y vienen, como parte del hecho fantástico que nos reúne a todos allá, o creo que ya estoy acá.
No es que no sepa donde estoy mientras pienso lo que escribo, es que por más que lo intente no me quiero escapar, y ya no sé a donde vine, si esto es un pueblo en el medio de la sierra de la baja Liguria, si es una comuna italiana donde la generosidad excede cada bocado, cada trago, cada saludo, si es el pueblo de Veppo o es el bar.